29999 exquisitos tuercen el pescuezo y siguen con sus focos apagados por la vergüenza y la humillación una esfera blancoplateada interrumpida de negro.
El niño, temeroso de la oscuridad halógena y los gritos de acetileno, levanta su cabeza y en un cielo agonizante descubre una luna, violada a fuerza de púnica castidad, disputando un último partido ante una hinchada de un alma, de un corazón y de un solo par de ojos, desalojada de su espacio, confinada al perpetuo visitante.
-mirá… la luna!
30000 almas miran ahora hacia arriba; nace el silencio en el estadio; el cielo (y sus hijos) y la tierra (y su hinchada) están ahora empatados y vuelven a ser uno, como antes de que nadie necesitara decir nada.
(perdón)
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