Después de mucho -pero no tanto- meditarlo, he decidido escribirle a usted esta carta, Arturo Martín Jaurella. Ni yo mismo conozco muy bien las razones para hacerlo, del mismo modo que seguramente usted no conoce cabalmente las razones que lo han llevado a seleccionarme de entre toda la gente, a mí, a mí que no lo conozco (ni que usted me conoce), para tomarme como una suerte de amigo, benefactor, albacea o quizás simplemente como víctima y enviarme cada uno de sus trabajos. Todos y cada uno, según usted mismo dice y no tengo razones para no creerle. Con lo cual volvemos al comienzo de este asunto; las razones.
Podríamos tratar, juntos quizás, de al menos esbozar un intento borrador de razón, de mis razones para escribir esta carta y, tal vez así lleguemos incluso a sus razones, las que ha tenido usted para convertirme en su víctima.
Entonces, podríamos decir que me decido a escribir esta carta al ver finalmente publicadas dos de sus obras (esto es, "f.o.r.j.a.n.d.o." y "el metrónomo..."). El verlas publicadas genera al menos tres cosas; la primera es un cierto conflicto egotístico, una herida que riega narcisos creciendo entre las preguntas ¿he dejado de ser el único? y ¿alguna vez lo he sido? y al pie de por qué; la segunda cuestión se inserta fuertemente en mis raíces preadolescentes, cuando siendo aún un púber me dediqué de manera casi exclusiva a la ingesta de novelas policiales, la gesta detectivesca y la egesta de método deductivo. Como un erupto de sábado a las tres de la tarde, su nombre al pie de los poemas publicados me devolvió un cierto sabor a Agatha, puesto que estaba acompañado de dos números y dos sílabas, presumiblemente, día (en letra y número), mes y año, esto es, su identidad en el tiempo; el tercer asunto, cosa o cuestión es puramente estético y puede resumirse en por qué carajos decidió publicar esos dos poemas, justo esos dos, francamente los más olvidables (porque, no lo olvide, yo conozco su obra, Jaurella), tan dispares entre sí y con el resto de su trabajo, mayormente admirable. ¿Por qué?
Para delimitar la primera cuestión, sin duda la menos interesante, debo decir que si bien en un principio temí haber dejado de importarle, al poco tiempo descubrí y me forcé a creer que el hecho de que usted publicara realmente parte de su obra en verdad realzaba la importancia que he tenido como primer receptor de ella. Eso va por la sinceridad y el amor propio y difícilmente vuelva a oírme decir cosas semejantes. Ya pasado el escollo, vayamos a la segunda cuestión.
Su identidad, Jaurella... Muy a mi pesar, descubrí que Lun 23 Jul 2008 conformaba una falacia, puesto que el 23 de Julio de 2008 ha sido Miércoles. Una patética averiguación, podrán decirme. Sin embargo, tiene sentido marcarla; tiene sentido porque si la fecha del escrito es una falacia, esto es, si aquella marca del mundo externo a la obra, mundo al cual pertenecen la fecha y el autor, es falaz, todo ese mundo externo resulta falaz. O, más bien, parte de la obra. Por lo tanto, el autor es también parte de la obra.
¿Arturo Martín Jaurella? Un pseudónimo, tal vez. Y si bien no me pareció mucho más que un juego, me puse a tratar de deducir algo acerca de su nombre, descubrir cómo lo que yo consideraba psudónimo había sido contruído y quizás así averiguar quién era realmente este tal Jaurella.
En ese estado me encuentro actualmente y mis conclusiones o progresos se los haré llegar a su debido tiempo por este medio que, si bien estoy seguro de que lo ha notado, lo declaro ahora mismo, es exactamente lo mismo que ha hecho usted conmigo, pero invirtiendo el signo de lo privado y lo público.
No obstante, antes de despedirme (más no sea brevemente), debo dedicar dos o tres palabras a la tercera cuestión; estética. He dicho antes que sus dos trabajos publicados eran sumamente dispares entre sí y a la vez dispares respecto del resto de su obra, la cual considero de enorme valor, aunque no voy a extenderme sobre este último punto puesto que los inocentes (o no) lectores (o no) de esta carta (o no) no merecen que se los haga víctimas de elucubraciones de análisis poético, casi siempre deleznables (y esta no será la excepción), sobre piezas de trabajo que ellos mismos no conocen. Pero sí me detengo en el punto anterior para ir marcando breves líneas de conclusión rápida, sobre las cuales trabajaré más tarde y en más profundidad, complementando las investigaciones sobre su identidad misma. Debo aclarar aquí que el hecho de que haya usted publicado adquiere nueva importancia, puesto que me permite limitarme a esas dos obras únicamente -por ahora- para mis deducciones probablemente falsas y podré, por lo tanto, compartirlas con todo el mundo.
La disparidad de la que hablo, Jaurella (o no), es tanto de forma como de contenido y podemos esquematizarla brevemente de la siguiente manera:
"f.o.r.j.a.n.d.o.", fuerte contenido político, polisemia desde el título--->sigla (posible vía de investigación), estructura netamente industrial---> principios de siglo XX-Europa Oriental, lo-asqueroso--->estética de submundo--->(Arlt?) Lamborghini? Perlongher? Soriano?.
"el metrónomo, ella y el swing", íntimo público, pretensión de ritmo (pero) ritmo más bien mecánico (vs. ritmo vital -Nicolás Guillén-). Ritmo urbano. Busca establecer vínculo con el lector?
Podría seguir. Podría comenzar a contarle cómo creo que se relacionan la sigla y las influencias. También podría contarle lo que creo acerca de ese vínculo que busca establecer con el público a través de "el metrónomo..."; un vínculo masturbatorio, sin duda. Un vínculo de Voyeur. Un vínculo pajero, según la clasificación de Bajtin.
Y sin embargo, no, no lo voy a hacer, puesto que si pretendo que esta carta sea publicada (y espero contar con su apoyo al respecto), debo ir terminándola de una buena vez. Por lo tanto digo:
atte.
Augusto Ramiro López Taborda
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